La casa de los aitas estaba pegada a la suya y hemos pasado grandes momentos en las ventanas charlando, en su casa alguna vez y por el pueblo muchísimas.
Era una mujerona estupenda, con una mala leche peculiar, con gracia, pero que no te pillara en medio, pues salías escaldado.
Una sardinera como Dios manda, salerosa, divertida, que espero siga así allí donde esté y siga chillando SARDINAAAAAAAAAAAASSSSSSSSSSS.
Un muxu
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